En la actualidad, es incuestionable la necesidad de poner en valor las fortalezas de nuestros centros para diferenciarnos de la oferta de la competencia directa. Sin embargo, en la mayoría de los centros, el principal elemento diferenciador y eje de nuestra Misión, que es o debería ser el Proyecto Educativo, no se gestiona de forma sistemática. Esto provoca que el acento se ponga fácilmente en los servicios o en las instalaciones en lugar del aspecto educativo. El contrato, la promesa, que se establece con las familias que vienen a conocer el centro, a menudo es más un deseo o incluso una utopía que una realidad tangible. Esto lleva a que la experiencia real de las familias a lo largo de la escolaridad de sus hijos sea irregular y asistemática. Además, la educación está permanentemente sometida a la necesidad de actualizar su proyecto para responder a las nuevas demandas personales, sociales y tecnológicas, como la irrupción de la inteligencia artificial. Esto hace imprescindible un proceso de mejora continua del Proyecto Educativo, del cual carece la mayoría de los centros.