La llamada responsabilidad social corporativa (RSC) evidencia una evolución en las empresas sobre la percepción del importante papel que desempeñan en sus entornos y sobre los efectos reputacionales y mercadotécnicos que ello tiene, tal como demuestran las últimas campañas publicitarias desde diversos sectores: energía, moda, automoción, tecnología, seguros...
Nuestro ámbito, lejos de quedarse al margen de esta corriente, está incorporando poco a poco las correspondientes políticas en torno a la llamada “responsabilidad social educativa” (RSEd), la cual se está convirtiendo en un valor añadido para los centros. Si ya sabemos lo importante que es estimular y gestionar una comunidad educativa comprometida e implicada en el proyecto docente, la RSEd nos sirve de referencia para idear y articular estrategias de relaciones públicas y marketing en torno a los compromisos de los centros y demás instituciones educativas con sus comunidades, su entorno social y el medioambiente. De este modo, la triada clásica de misión, visión y valores, el marketing mix, la identidad diferencial… encuentran en la Responsabilidad Social Educativa unos cimientos sólidos que no solo entroncan con las tendencias de liderazgo educativo más actuales, sino que pueden revertir en términos de posicionamiento y diferenciación.